Editorial
Alfredo “Alfi” González jura que está “harto de la casta”. Lo repite con la convicción de un empresario de estación de servicio que, entre bidones y surtidores, descubrió la vocación política. El flamante candidato a Diputado Nacional de «La Libertad Avanza» por Jujuy dice venir a cambiarlo todo. Claro, después de haberlo aprendido todo del sistema que ahora dice detestar.
Educado en colegios privados y con formación en el exterior, “Alfi” sostiene que su entrada a la política es un acto de rebeldía ciudadana. Aunque su rebeldía, curiosamente, se conecta por manguera directa con el legislador Gabriel Borboroni, cordobés, jefe del bloque libertario y presidente de la Federación de Expendedores de Combustibles. Sí, el mismo rubro. Porque al parecer, la revolución contra “la casta” empieza con una buena carga de nafta súper.
González asegura no responder a Atauche, ni a Quintar, ni a Bedia. Pero sí responde al “sector de Martín Menem y Karina Milei”, la hermana todopoderosa y denunciada por coimas. Es decir, la casta… pero con nuevo logo y color.
Su campaña gira en torno a las “reformas”: Tributaria, Laboral y Jubilatoria. Palabras mágicas que en su boca suenan como promociones de estación: “3×1 en recortes, sin subsidios y con esfuerzo garantizado”. También defiende auditorías a discapacitados, porque –según dice– “todo debe ser revisado”. Una mirada sensible, por supuesto, para quien siempre vivió lejos de cualquier necesidad.
González afirma que el modelo de Milei “no fracasó”, sino que “merece más esfuerzo”. Difícil saber si se refiere al país o a los bolsillos de los empresarios que, como él y Borboroni, han visto aumentar sus ingresos con cada suba del combustible. La patria liberal, parece, funciona mejor cuando la nafta la pagan los demás.
En definitiva, “Alfi” González no es un outsider. Es apenas otro privilegiado con casco de emprendedor y bidón de discurso antisistema. Dice combatir la casta, pero ya tiene su propio surtidor en el club de los beneficiados.
Y mientras los precios siguen subiendo en los surtidores y en los hogares, el candidato sonríe desde su afiche: joven, empresario, antipolítico… y perfectamente aceitado para seguir cobrando por litro.

