Vecinas de Perico denunciaron, en SKY FM 106.1, a propietarios del boliche Martinazo Club recien llegado a Perico por falta de pago, precarización laboral y maltrato. Compartieron una llamada telefonica con el gerente que develo situación repudiable.
La llamada telefónica entre una joven trabajadora de Ciudad Perico y el gerente del boliche jujeño Martinazo Club desnuda con crudeza una realidad que viene siendo denunciada en el Boliche Martinazo en San Salvador de Jujuy: empleadas que trabajan jornadas extenuantes, sin contratos claros, con salarios inciertos y, lo que es peor, con maltrato al reclamar lo que les corresponde.
“Yo trabajé el día viernes en Perico, en barra”, comienza explicando la joven. El gerente, con tono inquisidor, responde: “¿Quién te contrató? Porque nosotros somos una empresa muy grande, no tenemos problema”. La frase, lejos de resolver la deuda, expone el mecanismo de desresponsabilización: nadie se hace cargo, siempre “otro” es el que debe pagar.
La trabajadora insiste: “A mí no me avisaron del pago y tampoco me transfirieron. Otros compañeros tampoco cobraron”. Pero del otro lado del teléfono recibe un destrato: “No voy a ver nada porque yo no soy quien paga. Yo soy el gerente”. La indiferencia empresarial queda al desnudo: se reconoce la jerarquía, pero no la obligación.
El tema de la remuneración expone otra injusticia. Mientras la empleada explica que hizo 13 horas de trabajo, el gerente corta en seco: “Vos podés hacer 20 horas si querés, pero todo el mundo cobra 25 mil pesos. Horas extra no existen acá”. Así, se naturaliza la explotación: largas jornadas no remuneradas y un salario fijo, arbitrario y sin derecho a reclamo.
La desvalorización llega al extremo cuando el gerente minimiza el monto adeudado: “Por 25 mil pesos no vamos a andar dando vueltas… la empresa no se va a ir por 30 mil pesos roñosos”. Palabras que hieren y revelan la mirada empresarial: el dinero que para una trabajadora significa subsistencia, para un empresario es apenas “roñoso”.
En un intento de deslegitimar el reclamo, el directivo incluso cuestiona la capacidad de los empleados: “Si no sabés rendir la plata o los vasos y te quedás hasta las 10 de la mañana, no es problema nuestro. El tiempo lo determina cada uno”. Es decir, la carga de la ineficiencia se traslada a los trabajadores, aunque el propio relato demuestra que incluso personal “capacitado de Jujuy” también terminó extendiendo las jornadas hasta el amanecer.
El cierre de la conversación es tan violento como revelador: “A las 16 horas voy a hablar con Marcelo para preguntarle quién sos vos y por qué reclamas”. El reclamo legítimo de una vecina de Perico se transforma en sospecha, casi como si exigir el pago de un salario fuera un acto indebido.
Este caso no es un hecho aislado, sino un espejo de cómo funcionan ciertos emprendimientos nocturnos: contratos informales, salarios bajos, pagos demorados y, sobre todo, una cultura empresarial que desprecia al trabajador. Lo que para algunos son “30 mil pesos roñosos”, para muchas familias es la comida del mes, el alquiler, los útiles escolares.
La dignidad del trabajo no puede depender de la buena voluntad de un gerente que decide a quién le paga y a quién no. La voz de la empleada periqueña es la de cientos de jóvenes que, en silencio, aceptan condiciones precarias por necesidad ante empresarios como los del «Martinazo». Pero cuando una se anima a reclamar, nos recuerda que detrás de cada barra, cada copa servida y cada noche de fiesta, hay historias de esfuerzo, injusticia y vulneración de derechos que la sociedad no puede seguir tolerando. Los repudios comenzaron a mostrarse en redes sociales.
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