En el tramo final de una campaña electoral marcada por la apatía, lo de Walter Cardozo ya no sorprende: confirma, una vez más, que encarna lo peor de la vieja política. Mientras la sociedad pide renovación, él insiste con fórmulas gastadas y discursos huecos. Su campaña 2025 será recordada como la peor de su trayectoria: sin ideas, sin propuestas y con una estrategia errática que terminó en el manotazo de ahogado más burdo de los últimos tiempos.

Al grito de “la única oposición”, Cardozo pretendió vestirse de lo que nunca fue. Porque cuando tuvo la oportunidad de representar a los vecinos, se dedicó más a los gritos vacíos que a construir alternativas reales. Fue funcional al oficialismo que decía enfrentar, no logró ni una ordenanza significativa, ni frenó abusos, ni promovió debates de fondo. Su desempeño fue, por donde se lo mire, irrelevante.

Ahora, desesperado por retener un lugar que ya no le corresponde, cambia el relato: “es necesario que esté en el Concejo”. Nada más fuera de lugar. En realidad, es el concejal que más cobra del cuerpo, incluso por antigüedad, y no da lugar a ningún joven. Solo le interesa cobrar… y cobrar.

Lo que define también a la perfección a Cardozo es que nunca construyó una oposición real. Solo construyó poder para sí mismo.

Hoy, incluso exiliados suyos han migrado a otros espacios, hartos de su personalismo. “Él y solo él” parece ser su lema, hablándose en tercera persona y rodeado de un microclima tóxico que incluye trols, promesas de campaña y medios fantasmas sin ninguna seriedad.

Los vecinos de Perico, que buscan aire fresco y una política con sentido, ya no le creen. Porque ya no se trata de lo que dice, sino de lo que hizo… o no hizo.