Editorial
Perico asistió hace días al extraño ritual de despedida de un Concejo Deliberante que deja más sombras que ordenanzas, más bochornos que logros y más silencios que transparencia. Un cuerpo legislativo que pasará a la historia —aunque algunos pretendan lo contrario— por dormir siestas en plena sesión, acumular denuncias de corrupción, cajonear expedientes y, lo más grave, confundir la convivencia con la intrascendencia.
Irónicamente, en su último acto, los propios protagonistas ofrecieron el mejor resumen de lo que fue su paso por la función pública: largas palabras, poca autocrítica y un esfuerzo casi poético por maquillar el fracaso.
“Duelen las despedidas” pero más dolió la gestión
El concejal Walter Cardozo (PJ), el más verborrágico y uno de los más cuestionados, abrió su homenaje con una frase que en otro contexto hubiera sido emotiva: “Por ahí duelen las despedidas”.
Lo cierto es que lo que dolió no fue su despedida, sino sus largos años de mandato. Aún así insistió en valorar la “convivencia”, una convivencia que, en los hechos, derivó en parálisis legislativa, sesiones levantadas, falta de quórum e incluso discusiones internas de tipo circenses. Hasta llego a disfrazarse en una silla de ruedas.
En un ataque de sinceridad involuntaria admitió que “hubo hechos que son de público conocimiento” que opacaron la gestión.
Una elegante forma de nombrar las denuncias por falta de transparencia, las sesiones marcadas por escándalos y aquella postal vergonzante de un concejal durmiéndose en plena sesión, símbolo perfecto de un Concejo desconectado de la realidad.
El problema de Perico no es la alternancia: es la ausencia de trabajo
Cardozo intentó también justificar el pobre balance colectivo: “El Poder Legislativo come vivo a muchos dirigentes”.
Curioso análisis cuando lo que realmente “los comió vivos” fue la propia incapacidad de legislar para el vecino. En Perico terminó siendo, tristemente, un dormitorio, un refugio de internas y un escenario de disputas personales por cargos.
Ríos, Rojas y Tacacho: despedida sin rendición de cuentas
El homenaje incluyó agradecimientos cruzados entre Sergio Ríos, Enrique Rojas, Ismael Tacacho y Walter Cardozo una especie de pacto de “yo te agradezco, vos me agradeces, y ninguno rinde cuentas”.
Cardozo destacó que “recibí el acompañamiento de parte de su persona” como si eso fuera un logro institucional y no un simple acuerdo político de supervivencia.
Pero el pueblo periqueño no necesitaba ver un festival de elogios mutuos: necesitaba explicaciones.
Explicaciones sobre proyectos cajoneados, sobre votaciones polémicas, sobre denuncias de corrupción, sobre falta de fiscalización, sobre ordenanzas “exprés” acomodadas a coyunturas políticas y sobre la inexistencia de una agenda real para los barrios.
Agradecer no es gobernar
Pareció extraño escuchar al concejal decir: “Agradecerles también, porque no, en nombre del pueblo, el trabajo realizado”.
¿En nombre de qué pueblo habla Walter Cardozo?
El mismo pueblo que reclamó transparencia.
El mismo que pidió explicaciones por el manejo de fondos.
El mismo que vio cómo el Concejo se convertía en un espacio de operaciones políticas antes que legislativas.
El agradecimiento, como el discurso, fue gratuito.
Un cierre perfecto para un Concejo que ya estaba cerrado hace tiempo
Este ciclo legislativo será recordado por lo que no hizo: no produjo ordenanzas trascendentes, no fortaleció los controles, no generó consensos sólidos y, sobre todo, no estuvo a la altura de la crisis social y política de Perico.
La despedida, con frases como “generamos amistades”
y “quedan cosas en el recuerdo de la vida”, confirma que los concejales confundieron su misión. No fueron electos para generar amistades sino para legislar.
Y si de recuerdos hablamos, el pueblo también recordará algo:
Este fue, sin dudas, el peor Concejo Deliberante de la historia de Perico.
La alternancia llegó. La responsabilidad, quizá todavía no.
Mientras algunos festejan que el “pueblo los honró con un nuevo mandato”, otros intentan esconder bajo discursos sentimentales la falta de resultados, la opacidad, el silencio ante las denuncias y la ya célebre imagen que resume el período: un concejal durmiendo plácidamente en su banca, como si Perico no necesitara nada.
La despedida del Concejo 2021–2025 no deja un sabor amargo: deja un sabor auténticamente rancio.
Y ojalá —por el bien de la ciudad— que Perico no vuelva a tener legisladores tan intrascendentes, tan desconectados y tan orgullosamente mediocres.

