Editorial

En un momento donde la plata desaparece más rápido que una promoción en el súper, cualquiera pensaría que la política está trabajando a destajo para apagar incendios. Aunque sea para simular que hace algo. Pero no: algunos dirigentes parecen vivir en una realidad paralela, donde nada los roza y todo les resbala.

Ese es el caso del diputado provincial Federico Manente, heredero silencioso del engranaje político que rodea a Alejandra Martínez (UCR), su cuñada conocida por decir que Milagro Sala tenía una mansión al lado de la suya. La ciudad sigue esperando el primer proyecto que le cambie aunque sea una baldosa a Perico. El contador de iniciativas locales, dicen, está tan quieto que hasta sirve de metáfora.

La gran promesa—resolver las inundaciones de los más de veinte barrios que cruzan la Avenida Canadá— quedó enterrada en algún cajón. Mientras tanto, y con la llegada de época de lluvia, nadie explica qué paso con su propuesta.
Manente ya habría cobrado más de 100 millones en sueldos, algo totalmente permitido por ley, pero difícil de explicar a quienes sienten que su representación vale menos que un billete arrugado de 10 pesos. “Labura menos que bocina de avión”, es el chiste que se comenta en los mentideros periodísticos.

Fue el sponsor mufa en la camiseta de Talleres de Perico. Para algunos hinchas fue poco menos que un maleficio, especialmente porque —según cuentan— jamás apareció por la cancha. Ni para la foto. Ni para el saque inicial. Nada.

En Perico hay una sensación instalada: Manente encaja perfecto en el catálogo político del clan Martínez, ese que combina oficinas cerradas con silencios eternos, mientras la Defensoria de Niños, Niñas y Adolescentes—bajo la órbita del mismo espacio— recibe críticas crecientes por mirar para otro lado ante la vulnerabilidad infantil que golpea a Jujuy.

Hoy la gente, lamentablemente, ya ni se enoja. Se resigna.
En cualquier charla, Manente aparece como candidato firme a una categoría imaginaria: “diputado ausente por reincidencia”.